TOLEDANA
Muchas cosas favorecieron el flechazo. Las calles estrechas e inspiradoras del casco antiguo de Toledo pisadas por primera vez. Las viejas piedras asoleadas que susurraban leyendas y mitos. La película que había visto un par de días atrás; pasión tórrida entre Lanzarote y Ginebra.
Pasión. Seducción inmediata, tentación irresistible desde una fachada. Suya. Tenía que ser suya sin excusa. Costase lo que costase.
Costar. Un asunto de honor y coraje que se hizo dolorosamente práctico cuando su arrebato lo empujó a preguntar por ella. No, no le llegaba con sus ahorros. Aunque, quizá, a través de una rocambolesca operación financiera…
La financiación llegó tras una dura negociación. Los argumentos de sus padres en contra eran de peso, pero más pesó su condición de hijo consentido. Acordado el adelanto de varios meses de paga, la tomó por fin, y la llevó consigo, en el resto de una jornada de turismo de arte e historia. La paseó por toda la ciudad entre miradas sorprendidas o abiertamente suspicaces de los vigilantes de museos y edificios religiosos. Al regresar a casa, la instaló en su cuarto, de donde no se movería como no fuese con él.
Con él. Su dueña, su dama. Colgada del techo por un hilo que apenas soporta su peso, y acabará por romperse con el tiempo. Participante en un challenge seguido por cientos en una red social clandestina, se pasa las horas muertas sentado bajo ella, esperando su caricia letal. En un papel escribe constantemente sus dos nombres, con un corazón entre medias: «Damocles ❤ Excalibur».
LA ESPERA (SUEÑOS DE WHISKEY)
Ebriedad de whiskey. Botella amiga de Southern Comfort a un lado de la almohada. Vómito y su pasado, al otro. Balada country, banda sonora de su pesadilla. Un hombre, una mujer, el desamor… La muerte. El viejo sauce.
Paisajes que nunca conocerá, historias que no vivirá, ni lo harán morir.
La acería a punto de cerrar —¡maldito acero asiático barato!— de ocho a cinco. Budweiser, king of beers, y perdedores taciturnos de barra de bar, como él, hasta que la noche y unos pasos inseguros lo lleven a casa. A la ausencia de ella, que nunca vivió allí.
El whiskey le da calor a la noche negra. La adorna con formas de mujer. Espalda y pechos de fantasía, piernas espectrales que rodean su cintura al entrar en ella. Que musita «Oh, darling!» con voz desmayada del Sur en su oído.
Chirría una lechuza. Acaba un sueño que ha durado un parpadeo. Otro trago a la botella.
La Smith & Wesson espera paciente su turno en el cajón de la mesilla.