En fin, que allí estaba Yahvé con avestruces, gallinas, delfines, cachalotes y un considerable etcétera, que le ponían los cielos hechos una pena con sus deposiciones. Además, que se veía que los animalitos no estaban a gusto. Aquello no era su medio, y bien que se les notaba. De nuevo, un documental le dio la clave: animales terrestres, mamíferos marinos. Le daba grima lo de los animales terrestres, visto el documental, porque se imaginaba a las cabras comiéndose el césped del jardín del Edén tan primorosamente diseñado, a los monos arrancando las frutas de los árboles. Y cuando se pusiesen a cazar los depredadores… Los montones de carroña en mitad de las praderas.
—Pero lo hemos hecho para eso, no te engañes. Si hay que crearlos y repartirlos por esos mundos de yo, se hace, y aquí, primero paz y después gloria.
—No, si tienes razón. Con todo, crear el mundo para luego dejarlo a su suerte me da un poco de palo.
»¡Ah, mira! Se me ha ocurrido una idea».
—A ver. Cuenta, cuenta.
—Puedo crear un ser que me controle un poco el cotarro.
—¿Un delegado de la divinidad?
—Algo así, sí.
—Pues venga. Hazlo ya, que tengo curiosidad.
—Espera un momento, que saco toda la animalada de aquí, y miro un momento en Google. Porque tengo ideas, pero quiero concretar un poco. Voy a ver lo que han hecho otras deidades creadoras.
Y así fue que la tierra se plagó de bichos de todo tipo, y el mar, un poco más también, pese a lo cual aún distaba mucho de estar petado. Tan grande era.
La búsqueda fue un poco frustrante. Por el argumento “creación ser humano”, todas las referencias que aparecían eran de consultas de psicólogos, páginas esotéricas o talleres de escritura creativa.
—Me pregunto por qué pondrán estas chorradas, si no hay nadie que vaya a asistir a consultas o cursos. No han sido creados, aún.
—El dichoso algoritmo. Algo he oído, sí.
»Oye, ¿y si buscas “dioses creadores”?»
—Pruebo. Ah, pues sí. Parece que hay algo. A ver…
»Marduk de Babilonia. ¡Uf! Mucha letra, y enana. ¿Llevas las gafas de cerca?»
—No, me las he dejado en el cielo.
—Vaya, a ver otro. «Aruru de Sumeria». No nos vale. Necesita un suplemento, otro hombre del que copiarse.
—O sea, ¿lo del huevo y la gallina?
—Talmente. Aquí hay una diosa china que…
—¿China? No sé. ¿Y si hay que pedir recambios algún día? Pueden tardar una eternidad.
—¿Y Egipto?
—¡Hombre! Egipto mola. ¿Qué proponen?
—Un tal Jnum. Es un sistema inteligente. Haces los prototipos, y luego se reproducen ellos solos. Además, trae fotos del modelo. Mira.
En la pantalla del portátil una foto de Paul Newman.
—¡Ah, pues sí! mono es. Pero habrá que ponerle una titi, ¿no? El resto de animales son macho y hembra.
»Lee un poco más, a ver».
—Sí, claro. En las instrucciones dicen que viene con un kit generador de compañera.
—¡Pues venga, tío! ¡Manos a la obra, que tengo ganas de ver el resultado!
»Oye, y este, ¿también se crea de la nada, como los demás?»
—No, qué va. Aquí dice que se moldee con barro.
—¡Ahí va! Como en «Ghost».
—Sí, pero sin la canción de los Everly Brothers. A no ser que tú te la sepas, y la tararees mientras.
—No, no. Yo de Haydn aún no he pasado.
—Vale. Sin musiquitas, entonces.
»Sigo… «Se moldea al ser humano con barro, y luego se le insufla un soplo de aliento divino». No parece difícil».
Un rato después, el humano estaba modelado en barro.
—Oye, que esto se parece al original como un huevo a una castaña.
—Ya sabes que las fotos que se comparten en redes sociales van cargadas de filtros hasta las cejas.
»Además, aún falta el soplo. A veces me sorprende la poca confianza que tienes en nuestra divinidad».
—¡Yo no he dicho nada de eso! Claro que somos una divinidad. Pero es que eso tiene pinta de pegote.
»Venga, sopla a ver qué pasa».
Sopló el Yahvé alfarero, y en torno a la pella de arcilla se formó una neblina, que al desvanecerse reveló al Brick Pollitt de «La gata sobre un tejado de cinc caliente». En pelota picada.
—¡Tachán! ¿Qué te dije?
—¡Jo! Está guapo, el maromo.
»No dejas de sorprenderme. Me quitaría el sombrero ante ti, pero no he visto ninguno a mano.
»¿Y la chica? ¿Cómo sale la chica?»
—A ver. «Localice la última costilla del lado izquierdo en la caja torácica del sujeto. Presione con suavidad. Cuando oiga un «clic» tire. Vierta el contenido del sobre que encontrará en su interior en 250 cl de agua, y deje disolver. En pocos minutos tendrá una hembra humana perfectamente formada. Completado el proceso, devuelva la costilla a su lugar».
—¡Pues vamos, tira!
Echó los polvitos, con perdón, en un barreño con agua, pasaron unos minutos, la misma niebla de antes, y ¡zas! Una morena de ojos azules, clavadita a Angelina Jolie, pero sin tatuar, en traje de nacimiento en posición fetal. Poco a poco se desplegó, se puso en pie y caminó hacia el varón.
—Bueno, pues ahí la tienes. ¿Qué te parece?
—Que está buenorra. Al chico se le ha puesto una sonrisa y… Bueno, que parece que le gusta.
—Esa es la idea. «Creced, y multiplicaos». Mala cosa sería que no se gustasen.
—Bueno, con esto entonces, misión cumplida, ¿no?
—Casi. Tengo que enseñarles el sitio donde van a vivir, y contarles un par de cosillas.
—Te ha quedado un mundo niquelao.
—Bueno. Nos.
—Sí, claro. Nos. Lo celebraremos después, ¿no? ¿Cenita con vino?
—Nos la hemos ganado, sí señor.
»Adán, Eva, venid un momento conmigo, que tengo que daros unas instrucciones».
—Adán y Eva. Me gustan esos nombres. Tienen gancho.
¡Cómo me has hecho reír!. Y si el padre Adán era como Paul, vaya clonación más cuchurria que ha salido. Algo ha fallado en el sistema de producción asistida. Gracias por alegrar los viernes.
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Hola, amable lector o lectora sin identificar. Agradezco mucho tu comentario, y celebro haber contribuido a alegrarte en algo la jornada de hoy. Muchas, muchas gracias. Palabras así animan a seguir estrujándose la sesera por si sale algo.
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